Por: Alfredo Carquez Saavedra
El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, comienza el año reorganizando e impulsando con fuerza el desarrollo de los Motores Productivos. Esas iniciativas obligan a evaluar elementos de carácter económico, financiero, logísticos e incluso legales.
Pero además de estos factores, hay otro de suma importancia, que debe ser tomado en cuenta para atender la realidad inmediata y la planificación de escenarios de mediano y largo plazo: la formación técnica profesional, especialmente la que se imparte mediante la combinación de la teoría y la práctica en condiciones reales de trabajo.
Este sistema, que distribuye el tiempo de los participantes entre un aula y una empresa, en el que estos son guiados por un tutor y en el cual se debe seguir un plan de estudios determinado y que debería ser construido por los principales actores (empresas, trabajadores y Estado), cierra con una evaluación de desempeño académico y práctico que permite la obtención de una certificación que facilita el acceso al mercado de trabajo.
Las personas que pasan por esta experiencia tienen mayores probabilidades de quedarse en los lugares de trabajo en los que hicieron sus prácticas o de encontrar en otras empresas. En los países donde se aplica esta fórmula como política pública, la tasa de desempleo juvenil se ha reducido significativamente.
También se ha demostrado que la Formación Dual impacta de manera positiva en el desarrollo económico, dado que proporciona personal con habilidades específicas en la actividad para la cual ha sido entrenado, que conoce a profundidad la empresa o industria en la que desempeña una labor y que puede aportar nuevas ideas y puntos de vista, condiciones necesarias para promover la innovación, la eficiencia y la productividad.
En nuestro país resulta urgente –y más aún tomando en consideración la necesidad de avanzar en la sustentabilidad del modelo económico– la creación de un sistema de formación técnica profesional que privilegie la formación dual. Y esto requiere, por ejemplo, la modificación de limitantes como la edad tope (18 años) establecida en la definición de “aprendiz”. Pues la verdad es que una persona aprende a diario y a lo largo de toda su vida.
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