Por Geraldina Colotti /Resumen Latinoamericano, 7 de diciembre de 2025.
En los despachos adyacentes al Parlamento, en Venezuela, un grupo de periodistas comunitarios produce contenidos para la multiplataforma internacional Rompiendo fronteras, comunicando alternativas (rompiendofronterasmundial@gmail.com), que entiende la comunicación en términos de información, formación y movilización global: desde los territorios hasta el mundo. Al mismo tiempo, reciben los reportes de los colegas que están acompañando al presidente venezolano, Nicolás Maduro, en su visita al barrio popular de Petare, el más grande de América Latina. Las televisiones venezolanas transmiten el evento en directo.
“¡Eh, miren aquí!” exclama Franklin, quien sigue en particular las redes sociales. Todos se vuelven hacia la pantalla del ordenador, donde un cronista de oposición está transmitiendo “en vivo y en directo” un programa en YouTube. Con imágenes y vídeos de apoyo, sostiene que, en ese mismo momento, Maduro está escapando a Irán. En los días precedentes, lo daban fugado hacia Brasil, Catar, Rusia… y pintaban a una Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) al borde de la desintegración por las contradicciones internas. También daban por cierta la huida del general Jesús Rafael Suárez Chourio, figura histórica del chavismo, hoy diputado. Para la extrema derecha, en Venezuela, ya ha comenzado la “transición post-socialista”.
Entre la seriedad y la broma, los periodistas desmienten la operación y graban un pequeño vídeo explicativo. Sirve para mostrar cómo el bombardeo de este tipo de “información tóxica”, lanzado por poderosas plataformas con el algoritmo a tope, no está dirigido tanto al interior del país, cuanto al exterior, donde se sitúan los centros de financiación del fascismo venezolano: aquellos que presionan por una agresión militar por parte de Trump, patrocinados por el secretario de Estado, Marco Rubio.
Esos mismos que acompañarán el 10 de diciembre a la golpista María Corina Machado a recibir el lucrativo Premio Nobel de la Paz: empezando por los gobernantes europeos, pasando por aquellos de los países latinoamericanos que han vuelto a la derecha a la sombra de Trump. Los otros, los que se manifiestan en Estados Unidos y en otras partes del mundo contra la agresión a Venezuela, no tendrán buena prensa. Es más, no la tendrán en absoluto: si no se habla de ello, la realidad no existe.
Y así, los venezolanos en el extranjero reenvían los bulos arriba mencionados a sus parientes que se quedaron en el país, quienes los amplifican en los chats de condominio o en los nacionales. Se da lugar así a un delirio de alarmas y rumores, ya bien descrito por el escritor italiano Alessandro Manzoni en su momento: el mecanismo por el cual un chisme que pasa de boca en boca se enriquece de detalles, hasta volver a quien lo inventó por primera vez sin que este lo reconozca, y lo vuelva a poner en circulación ulteriormente enriquecido de nuevas invenciones.
La función de estos think tank de la desinformación global es la de alimentar una burbuja en gran parte inexistente, aunque basada en amenazas reales. Por esto, el gobierno bolivariano está multiplicando las ocasiones públicas, políticas, culturales y conviviales: con el objetivo de reconocerse y hacerse reconocer renovando el lazo social, y para testear el nivel de reacción popular en caso de agresión armada. “Continuamos todo como siempre, pero estando atentos a los detalles y en ofensiva permanente”, resumió Diosdado Cabello, ministro de Interiores, Justicia y Paz y vicepresidente del Psuv durante un evento público con las organizaciones de base.
Los “detalles” son, por ejemplo, la captura de una aeronave “hostil” que entró en el espacio aéreo venezolano. Son el “cierre” de los cielos, impuesto a las compañías aéreas por la presión estadounidense, que las ha empujado a interrumpir los viajes hacia el país bolivariano. Un boicot que de hecho ha impedido la llegada de centenares de invitados internacionales que deberían haber asistido a las jornadas de solidaridad internacionales previstas en Caracas en estos días.
Mientras tanto, el presidente Maduro ha anunciado el paso “de la lucha no armada a la armada, basada en la guerra popular prolongada”. En todos los estados fronterizos, y sobre todo en aquellos que custodian importantes refinerías, como Falcón o Zulia, la vigilancia es permanente. Se efectúan ejercicios de defensa preventiva en unión cívico-militar, y se exhibe la fuerza, la preparación y la cohesión de la Fanb, equipada con tecnologías de defensa proporcionadas por Rusia, China e Irán.
El mensaje lanzado a Trump es claro: ¿le conviene más una guerra de agresión en la que la resistencia popular puede decidir destruir los pozos petrolíferos e inflamar todo el continente, o hacer negocios con Venezuela en una relación de mutua ganancia? Evaluación costos-beneficios que debe haber pesado en la decisión del magnate Trump de llamar por teléfono al presidente venezolano: un procedimiento inédito para la administración norteamericana, acostumbrada a exigir y a que le sirvan, y no a dialogar de igual a igual.
La llamada telefónica, comentada por Maduro, desató un aluvión de especulaciones por parte de la oposición, retomadas inmediatamente por la prensa occidental: Trump habría dado un ultimátum a Maduro; este habría pedido una montaña de dólares para abandonar el país; la agresión militar a Venezuela sería inminente porque el Pentágono ha ordenado una inusual cantidad de pizza, como hizo para la agresión a Irak, etcétera etcétera.
Tocando un tambor o empuñando un fusil de última generación, cantando un rap contra la guerra o gritando consignas revolucionarias, el presidente venezolano multiplica los encuentros públicos, se rodea de pueblo y muestra la amplitud del consenso del que goza la revolución: ni él ni la dirección cívico-militar del gobierno bolivariano se esconden en los búnkeres, como asegura en cambio la prensa de oposición.
Para festejar la primera victoria electoral de Chávez, el 6 de diciembre de 1998, la ciudadanía ha llenado las salas de los cines en los que se está proyectando la serie “Maduro, de Yare a Miraflores”, que narra la gestación del proceso bolivariano, y compite para fotografiarse con los actores.
A pesar de años de medidas coercitivas unilaterales, ilegales, denunciadas con fuerza en una jornada internacional convocada en la ONU, la economía venezolana sigue ostentando el crecimiento más alto de la región. Lo dice la Cepal y lo comentó la vicepresidenta, Delcy Rodríguez, ministra de Hidrocarburos, durante la exposición del presupuesto anual en el Parlamento. Hoy, como se ve por las colas en las cajas de los supermercados y por las mercancías que abundan en las tiendas, los venezolanos producen casi el 90% de lo que consumen, aunque tengan que lidiar con un nuevo pico de devastadora inflación, o sea, un nuevo capítulo de la “guerra a la moneda”.
El parlamento votó el Acuerdo de repudio que concierne al saqueo del patrimonio venezolano en el extranjero, y en particular la venta fraudulenta de la gran refinería Citgo, basada en Estados Unidos. Un robo derivado de la autoproclamación de un gobierno paralelo, inventado por los EE. UU. Y gestionado por Juan Guaidó. Una ficción que mantiene en pie desde hace 10 años, un “parlamento” paralelo, puesto en marcha por la oposición en 2015 y que ahora sirve para malvender Citgo a precios irrisorios (después de haberla llevado a la quiebra con una gestión a propósito fraudulenta) para pagar honorarios millonarios a los “autoproclamados” que viven en el extranjero.
También los fondos de Citgo destinados a programas de asistencia social, como el programa de trasplante de médula ósea de la Fundación Simón Bolívar, han sido desviados para los consumos y los planes del “gobierno paralelo”. Un fraude denunciado también por la derecha que ahora hace vida en el parlamento, y que conoce bien los mecanismos.
Una realidad que, sin embargo, no es noticia, como no encuentran espacio en los medios internacionales las minuciosas investigaciones presentadas por el gobierno bolivariano acerca de los “falsos positivos” que se producen desde que Trump decidió enviar tropas al mar Caribe para una presunta lucha contra el narcotráfico. Mientras tanto, han sido bombardeadas numerosas embarcaciones, con un saldo de 83 personas muertas, la mayor parte pescadores o civiles.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, ha invitado a la prensa a no usar el término “narcolancha”, ya abundantemente en uso, para definir las embarcaciones atacadas, hablando en cambio de víctimas civiles y pescadores que buscan ganarse la vida: personas que han sido desintegradas junto a las eventuales pruebas de narcotráfico, y sin derecho a proceso.
Y muchas cuentas no cuadran. Desde su propia experiencia de lucha contra el narcotráfico –cuyos datos muestran el aumento exponencial del número de toneladas de droga incautadas desde que Chávez expulsó a la DEA–, el gobierno bolivariano evidencia algunas incoherencias burdas en los vídeos difundidos por EE. UU.: por ejemplo, la ausencia en estas lanchas de la gran cantidad de bidones de combustible, necesarios para no quedarse sin gasolina al recorrer largas distancias (la que hay hasta Florida supera los 2.500 km) con un cargamento ilegal que debe ocultarse.
El uso de ataques aéreos contra pequeñas embarcaciones ha suscitado, por otro lado, interrogantes de derecho internacional y discusiones encendidas en el mismo Congreso norteamericano, al que le corresponde autorizar acciones de guerra, dicen los diputados Dem, que prometen presentar una resolución al respecto. Mientras tanto, en Venezuela, han llegado para una audiencia en el parlamento las familias de los pescadores asesinados, y también las voces de algunos supervivientes, que cuentan otra realidad.
En la plaza del parlamento venezolano, los periodistas esperan a los diputados, acompañados por la orquesta que se desata en ritmos caribeños. Un hombre alto de aspecto jovial se acerca para estrecharnos la mano. Se trata del general Chourio, aquel que según la última “exclusiva” de la oposición, habría huido a Rusia.








