El ejército, al mando del general Antonio José de Sucre, termina con los españoles
08/12/24.- 6 de diciembre, 1824. La campaña libertadora de Perú se acerca a su final. El Ejército Unido, tras varios combates previos, se estaciona en la pampa de Ayacucho, muy cerca de un pueblo llamado Quínua. El venezolano Antonio José de Sucre, es el general en Jefe que se encuentra al mando de los patriotas. Instala su cuartel general y arma el tablero para la batalla que ha imaginado final.
Ya lo ha visto en el papel y así ocupan el territorio: Los 4 batallones de la División Córdoba toman el flanco derecho. Otros 4 batallones de la División La Mar hacen lo propio por la izquierda. Los 2 regimientos de caballería que conforman la División Miller ocupan el centro de la formación. Al general Jacinto Lara se le encomienda el mando de los tres batallones de la División Primera de Colombia que, como es designada reserva, se forma detrás del centro.
También cuentan los libertadores con 2 escuadrones de Húsares de Junín, 1 escuadrón de Granaderos a Caballo de los Andes, 2 escuadrones de Granaderos de Colombia y 2 escuadrones de Húsares de Colombia, al mando del general venezolano José Laurencio Silva, quien recibirá tres lanzazos en el fragor del combate.
Dos días después que las tropas de Sucre acantonan en Ayacucho, 8 de diciembre, el ejército realista, al mando del general José de La Serna, llega al campo de batalla. Los españoles, que se cuentan en 9.310 soldados, confían en su superioridad numérica y la fuerza de disparo: Once piezas de artillería repartidas en tres baterías. Los libertadores suman 5.780 hombres y cuentan con una o dos piezas de artillería, el resto es su sueño de libertad.
Momentos antes de entrar en combate, Sucre arenga a las tropas: "Soldados", les dice, “de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados! ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, salvador de Perú!".
Al amanecer del 9 de diciembre, los españoles, sabiéndose superiores, lanzan un ataque que suponen fulminante. Intentan desbordar los flancos izquierdo, derecho y el centro patriota, todo al mismo tiempo. Ocurrirá entonces una rápida reacción de las tropas al mando de Jacinto Lara, lo que hace retroceder la avanzada española.
El general Sucre reacciona velozmente y ordena que las tropas a cargo de José María Córdoba, emprendan un inmediato contraataque a las unidades realistas que aún no habían entrado en combate y que apenas iniciaban sus maniobras de despliegue. La audacia de Sucre consigue que los realistas inicien una retirada desordenada. También hizo lo propio la caballería española, cuando recibió la carga de la caballería republicana reforzada entonces por los bravos llaneros venezolanos.
Finalmente, Antonio José de Sucre ordena la incorporación de la reserva al frente de batalla y con ello imposibilita a los españoles para seguir combatiendo, a pesar de que empezaron aquella batalla aferrados a la superioridad numérica. Sobrepasados estratégicamente, los realistas piden la capitulación.
El parte
Apenas dos días después de terminada la contienda, Sucre transmite a Bolívar el parte de guerra de la batalla, despachado desde el “Cuartel Jeneral en Ayacucho a 11 de Diciembre de 1824” (como aparece en el original).
“...La campaña del Perú está terminada: su independencia y la paz de América se han firmado en este campo de batalla. El Ejército Unido cree, que sus trofeos en la victoria de Ayacucho sean una oferta digna de la aceptación del LIBERTADOR DE COLOMBIA — Dios guarde a V. S.
Antonio José de Sucre”.
El Libertador Simón Bolívar, responde emocionado a Sucre, con una proclama dirigida a los patriotas:
“Soldados: Habéis dado libertad a la América Meridional, y una cuarta parte del mundo es el monumento de vuestra gloria, ¿dónde no habéis vencido? La América del Sur está cubierta con los trofeos de vuestro valor; pero Ayacucho, semejante al Chimborazo, levanta su cabeza erguida sobre todos. Soldados (...) Soldados: Recibid la ilimitada gratitud que os tributo a nombre del Perú. Yo os ofrezco igualmente que seréis recompensados como merecéis, antes de volveros a vuestra hermosa patria. Más, jamás seréis recompensados dignamente: vuestros servicios no tienen precio”.
Epopeya
En un comunicado enviado al gobierno y pueblo de Perú, el presidente venezolano Nicolás Maduro Moros calificó a la Batalla de Ayacucho como “la epopeya decisiva para la liberación americana”.
Además, el jefe de Estado venezolano señaló que Ayacucho “reivindica el propósito emancipador de la rebelión de Tupac Amaru y obtiene la anhelada independencia que proclamó el general José de San Martín. Asimismo, el general Antonio José de Sucre se inmortaliza en la misma como el Gran Mariscal de Ayacucho y consuma el juramento del Libertador Simón Bolívar, de romper las cadenas del yugo español en la América Meridional”.
Bicentenario
La batalla de Ayacucho, señala el historiador Lionel Muñoz Paz, director del Instituto de Estudios Hispanoamericanos de la Universidad Central de Venezuela (UCV), “fue la que selló la independencia de toda la América Hispana".
En esa batalla, que alcanza su bicentenario, añade Muñoz Paz, “se cerró un ciclo que se abrió tres siglos antes con la llegada del conquistador español. Las últimas tropas al servicio del rey, que adelantaban operaciones en sus antiguas colonias, fueron derrotadas por aquella fuerza militar multinacional que comandó ese gran cumanés que fue Antonio José de Sucre”.
Para el historiador y académico venezolano, “la Batalla de Ayacucho se convierte en el encuentro militar de mayor trascendencia de toda la guerra de independencia”.
El pasado 3 de diciembre, ante el plenario de la Asamblea Nacional, el presidente de este órgano legislativo, diputado Jorge Rodríguez, declaró que la Batalla de Ayacucho “fue el acontecimiento más esplendoroso que haya ocurrido en la historia del continente, con la expulsión de las tropas de todos los imperios extranjeros".
Cumbre
En 1825, y luego del asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, el Libertador Simón Bolívar escribió un texto sobre su más querido discípulo:
"La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina. Las generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza".
ERNESTO J. NAVARRO / CIUDAD CCS
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