viernes, 31 de agosto de 2012

Chávez junto al pueblo recorre zonas afectadas por las lluvias en Sucre y Monagas.

Minero italiano intentó cortarse las venas ante la prensa.

Vea "Dossier" con Walter Martínez (30.08.12).

Marcos Falcón da a Venezuela medalla de bronce en judo paralímpico.

Terrorismo mediático y guerra sucia de la derecha.

Del peronismo al chavismo.


Marcelo Colusi
Dar a conocer estas reflexiones puede traerme más problemas que otra cosa. Más aún en un contexto pre-electoral como el que ahora vive Venezuela. De todos modos las considero imprescindibles. En definitiva, debatir críticamente con altura y honestidad buscando alternativas y soluciones a lo que se entrevé como problema es lo mejor que podemos hacer quienes aportamos desde este siempre mal definido e incómodo papel de la “intelectualidad”. Siendo quizá ampuloso, podría decir que la pretensión aquí presente no es sino la de Martín Fierro: “Y si canto de este modo / por encontrarlo oportuno / no es para mal de ninguno / sino para bien de todos”.
I
La derecha podrá encontrar esto como “muy pro Chávez, muy de izquierda”. Alguien de izquierda lo podrá ver quizá como “reaccionario, haciéndole el juego al imperialismo”. Y un consumado chavista (en Venezuela) o peronista (en Argentina) lo podrá juzgar como “antipopular”. Pero, insisto: esto no pretende ser más que una visión crítica de un fenómeno que, además de despertar esperanzas en todo el campo popular, al mismo tiempo también puede ser peligroso para quienes aún conservan ideales de transformación social. Una vez más, pecando de ampulosos y tomando el título de un trabajo del Ricardo Galíndez, de la organización venezolana Corriente Socialista Revolucionaria – El Topo Obrero, la idea es que “Alguien tiene que decírselo al presidente Chávez”.
Pero, ¿qué tiene que decirle? Que la historia pasa facturas. Expresado de otro modo: hacer la invitación a ver el proceso venezolano en el espejo del peronismo argentino, salvando las distancias del caso, por supuesto, pero conservando las notas definitorias.
Cuenta la historia que alguna vez venía por un camino el vehículo de Lenin, cuando de pronto llega a una bifurcación. El chofer, entonces, le pregunta al camarada presidente para dónde seguir; la respuesta fue inequívoca: “ponga la luz de giro a la izquierda y doble a la izquierda, camarada”. Instantes después llega a la misma bifurcación Ronald Reagan; preguntado por su chofer qué camino tomar, la respuesta fue igualmente contundente: “ponga la luz de giro a la derecha y, por supuesto, doble a la derecha”. Llegado a ese punto Juan Domingo Perón, ante la pregunta del chofer la salida fue “ponga la luz de giro a la izquierda y doble a la derecha”. El chavismo está haciendo eso mismo.
II
El peronismo representó una enorme transformación político-social en la Argentina de mediados del siglo XX. Sin lugar a dudas cambió la fisonomía del país, llevándolo de nación agroexportadora a potencia industrial regional, desarrollando una enorme clase obrera urbana con políticas de beneficio social inobjetables. De hecho, para la visión conservadora de la oligarquía argentina y para Washington, que para ese entonces ya manejaba los hilos de toda Latinoamérica, el peronismo resultaba una piedra en el zapato. Por eso terminaron cortando de cuajo la experiencia con un cruento golpe de Estado que intentó descabezar al movimiento popular y sindical. El exilio de Juan Domingo Perón por décadas no hizo más que engrandecer su figura de líder indiscutido y referente para las grandes masas argentinas, que siguieron siendo “peronistas”, y lo continúan siendo al día de hoy, más de medio siglo después de terminado el proyecto popular de los 40/50, momento de mayor participación de los sectores populares en la apropiación de la riqueza nacional. Hoy, siendo peronistas también, participan cada vez menos del producto nacional; en otros términos: están cada vez más pobres.
Sin ningún lugar a dudas ese movimiento (“Justicialista” en términos oficiales, pero “peronista” en los hechos, asumiendo así que la figura clave en todo ello era la presencia omnímoda del general Perón) dejó huellas indelebles en la historia argentina. Con el peronismo creció la organización popular, la participación sindical, los beneficios a las grandes masas de trabajadores. Pero había límites:el peronismo no fue una propuesta de transformación social de raíz. No tocó nunca -no pretendió hacerlo, por supuesto- la estructura económica de base: no había un proyecto de expropiación de los medios de producción, control obrero de la producción, reforma agraria, construcción de una sociedad socialista. El ideario peronista bien puede resumirse en el ejemplo del vehículo ante la bifurcación: un discurso medianamente popular (o populista), elementos de antiimperialismo, pero jamás una crítica real de la estructura económica de base con propuestas de cambio revolucionario. Utilizando un lenguaje actual podría llamársele una socialdemocracia.
Salido de escena Juan Domingo Perón, sus “herederos” entraron en una disputa interminable. ¿Quién es el verdadero heredero de ese legado peronista? “El pueblo”, como un tanto ampulosamente dijo el mismo Perón en alguna oportunidad, no. Eso no pasa de un discurso efectista, mediático. La capitalización política del enorme potencial que creó el movimiento peronista en varias décadas de dominio de la escena argentina dio lugar a controversias, duras luchas internas -muchas veces dirimidas a balazos- y ninguna participación de las grandes mayorías, a no ser con la emisión de un voto cada cuatro años en el famélico esquema de las democracias representativas. Hay peronismo de izquierda, incluso de vía armada, como fue la organización Montoneros en los años 70 del pasado siglo. También son peronistas grupos abiertamente fascistas, neonazis, profundamente anti-judíos y con un lenguaje anticomunista visceral. Son peronistas las burocracias sindicales de corte mafioso, ligadas a negocios cuestionables, así como también un empresariado nacional modernizante. En nombre del peronismo un personaje como Carlos Menem (“¡Síganme. No los voy a defraudar!” decía en su campaña) introdujo las reformas neoliberales más profundas de la historia Argentina, ahondando de manera monstruosa la destrucción del Estado nacional y llevando al paroxismo el capitalismo salvaje iniciado por la dictadura militar instaurada en 1976. ¿Qué dejó el peronismo entonces? Las últimas administraciones de los esposos Kirchner han sido peronistas, y sin la virulencia explícita de las medidas neoliberales de años atrás, continúan con un proceso de polarización social empobreciendo más a los pobres, enriqueciendo más a los ricos y aceptando sin críticas el papel de monoproductor sojero que los grandes poderes mundiales asignaron al país para los próximos años en su inserción en un mundo global, más allá de mantener un discurso con tinte social. De hecho, la actual presidente peronista Cristina Fernández habla explícitamente de un “capitalismo serio” (¿cuál será el contrario?), mientras el descenso de vida de las grandes mayorías continúa sin parar.
En definitiva, el peronismo fue un muy intenso proceso político-social que abrió expectativas de cambio, pero que por sus límites ideológicos no pudo pasar de ser un huracán que, considerado históricamente, no cambió nada en la estructura de base. Sin dudas que la historia reciente de Argentina no puede entenderse por fuera del peronismo, pero eso en sí mismo no dice mucho en relación a los ideales de transformación. El capitalismo salvaje está ahí, más allá del discurso reformista que pueda alentar.
III
Terminada la experiencia de socialismo soviético y derrumbado el muro de Berlín, para la década de los 90 del pasado siglo se produjo un enorme retroceso en el campo popular a nivel global. Se perdieron conquistas sociales conseguidas con esfuerzo en décadas de lucha, el capital avanzó triunfante sobre los trabajadores, las condiciones de vida de las grandes masas del planeta empeoraron y la globalización financiera fue abriendo un nuevo escenario donde parecía que ya no quedaba lugar para la esperanza de transformación, de un mundo no-capitalista. El descenso en las luchas populares fue enorme. En medio de ese mar de desconcierto y desesperanza apareció un movimiento renovador: la Revolución Bolivariana de Venezuela.
En realidad surgió más como sorpresa para propios y extraños, como rebelión palaciega proviniendo de la casa de gobierno, desde arriba hacia el pueblo, que como genuino proceso popular desde abajo. Pero ello no impidió que rápidamente fuera tomando aceptación masiva, y cuando la derecha -local e internacional- intentó sacarla de en medio, fue justamente la espontánea y masiva movilización de las masas populares la que la defendió a capa y espada. En pocos años el proceso abierto por el presidente Hugo Chávez fue consolidándose como una nueva opción de izquierda. Con un programa de gobierno amplio, difuso, contradictorio en cierta forma, apoyándose en el Che Guevara así como en la Biblia, se comenzó a hablar de socialismo del siglo XXI como una forma de superar los errores del socialismo real, burocrático y autoritario conocido hasta la fecha. Las esperanzas estaban de regreso. El campo popular y la mayor parte de la izquierda del mundo saludaron este movimiento como una buena noticia.
Sin dudas, igual que el peronismo en su momento, las mejoras sociales se dejaron sentir rápidamente. Sin plantearse como un proyecto de transformación revolucionaria -el socialismo del siglo XXI sabe lo que no quiere ser, pero no tiene un programa concreto que lo defina- fueron apareciendo beneficios para la población que llevaron el proceso bolivariano a una aceptación muy grande, con alrededor de un 60% de la población venezolana siguiéndolo con pasión. Esos beneficios eran, en realidad, el resultado de una más justa repartición de la histórica renta petrolera del país. Todo el proceso comenzó a girar en torno a la figura cada vez más omnipresente de Chávez.
14 años después de iniciada la Revolución Bolivariana, el proceso en curso abre muchos interrogantes. En realidad no hay un ideario socialista genuino, ni del siglo XXI ni de ningún tipo. Es cierto que se han dado importantes mejoras en las condiciones de vida de la gran masa de venezolanos, pero siempre desde una óptica socialdemocrática y reformista. La propiedad privada de los grandes grupos de poder, nacionales y multinacionales, no se ha tocado, ni nada indica que se vaya a tocar. No ha habido proceso de reforma agraria. El capital financiero hace sus negocios tranquilamente, y luego de unos años de relativa bonanza para las mayorías populares, las condiciones generales de vida no siguen mejorando porque la acumulación capitalista las frena. En forma creciente la participación de los sectores más desposeídos en la renta nacional baja, en tanto los sectores económicamente más poderosos, en cuenta el sector financiero, se tornan más beneficiados. La producción nacional no se ha diversificado, siendo excesivamente grande la dependencia de las importaciones (70% de los alimentos, por ejemplo). Se llegó a hablar, incluso, de “socialismo petrolero”. Sabiendo que los procesos de transformación del Estado en una revolución socialista nunca son fáciles (el siglo XX dio varios y ricos ejemplos), en Venezuela, después de 14 años, no hay una clara ideología socialista que vaya barriendo con los vicios y prácticas culturales del capitalismo. Por el contrario, la corrupción y el autoritarismo siguen estando a la orden del día. En muy buena medida el Estado petrolero sigue siendo un botín para sectores que, amparados en un discurso chavista vacío, no se dedican sino a hacer negocio.
Todo el proceso depende exclusivamente de la figura del comandante, lo cual es una debilidad tremenda. No hay opciones de recambio; no se ha construido un verdadero y genuino poder popular de base. Si faltara Chávez todo indica -aunque nadie lo reconozca en voz alta- que el proceso muy probablemente se vendría abajo (¿castillo de naipes?). Distinto a lo que sucedió en Cuba, donde salió de escena la figura carismática de Fidel Castro y pese a ello la revolución socialista siguió incólume, en el actual proceso venezolano todo indica que ello no sería así. Quizá en las próximas elecciones vuelva a triunfar Chávez con todo su aparato electoral; pero eso debe abrir importantes cuestionamientos. Siempre “se está yendo hacia el socialismo”, pero parece que nunca se llega. ¿Cuánto faltará? ¿Se llegará alguna vez? Los marcos de la democracia representativa son una camisa de fuerza para transformaciones profundas en la estructura de poder. Más allá que la derecha presente la Revolución Bolivariana como un “demonio comunista”, la realidad indica que, igual que el peronismo en sus mejores momentos, no se va más allá de un planteamiento reformista.
IV
Si bien los momentos históricos del peronismo y del chavismo son distintos, hay muchos factores comunes que pueden permitir vincularlos. En ambos casos todo el proceso político-social-cultural en juego se vertebra en torno a la figura exclusiva del conductor. Sin caer en la simplificada y maniquea visión de la derecha que ve en ellos “autócratas peligrosos”, lo cierto es que esa estructura denota, básicamente, una debilidad estructural. Un proceso político de transformación profunda no puede asentarse sólo en las espaldas de un líder. Eso no es revolución popular. Un líder puede ser importante, imprescindible incluso; en muchos casos la posibilidad de un proceso masivo asienta en la presencia de un conductor que puede llevar la dirección correcta. Ese es un proceso que hay que entender, inclusive, en clave de Psicología Social. Pero la edificación política de una nueva sociedad derrumbando viejos esquemas muestra sus límites cuando todo depende de una única cabeza. Eso es lo más contrario a la idea de revolución socialista. Un genuino pensamiento revolucionario no puede aceptar la idolatría de un mito, el culto a la personalidad. Y, aunque no lo vayan a aceptar nunca sus seguidores, eso es lo que ha sucedido tanto en Argentina como en Venezuela. Es más: en la Venezuela actual con una elección presidencial a la vuelta de la esquina, podría parecer inadecuado decir esto justo en este momento. Pero ¿y la autocrítica? ¿Debemos seguir dejando las cosas importantes en nombre de las urgencias?
La izquierda argentina no estuvo con el peronismo en el momento de su explosión popular en la década del 40-50 del siglo pasado. Por eso mismo fue considerada -al menos desde las filas peronistas- como “antipopular, reaccionaria, gorila”. Esto no quita, por supuesto, el análisis crítico del papel que jugó esa izquierda, que no fue el de promover el avance popular precisamente; en Argentina la izquierda no apoyó nunca al peronismo. Algo distinto sucede en la Venezuela actual: la izquierda, en términos generales, apoyó el surgimiento del movimiento bolivariano y se ha sumado al proceso. Pero, al igual que lo sucedido en la historia del peronismo, al surgir voces críticas al chavismo provenientes de genuinos planteamientos de izquierda, se corre el riesgo de ser consideradas -desde el chavismo, claro está- como reaccionarias y haciendo el juego a la derecha. Y ahí radica un problema mayúsculo. La fuerza pasional de estos movimientos es tan grande que divide las aguas irremediablemente en “seguidores” y “enemigos”. La construcción de alternativas a los modelos sociales vigentes es algo infinitamente más compleja que “amor” u “odio” por el líder. Pero en esas dicotomías sin salida cayeron ambos movimientos: “o están conmigo o están con el imperio”, llegó a decir Chávez. Eso puede ser tan cuestionable (¿peligroso?) como aquel “¡Viva el cáncer!” pintado con odio visceral en alguna pared de Buenos Aires cuando la enfermedad mortal de Eva Duarte.
Sin dudas la movilización masiva de tantas voluntades es algo que inquieta a la derecha, a las posiciones conservadoras, a todo aquel que teme a los pueblos en movimiento. Por eso ambos procesos despertaron inmediatamente grandes temores en las clases dirigentes. Si bien ninguno de ambos -más allá de declaraciones más pirotécnicas que reales: “socialismo nacional” pudo llegar a decir el peronismo, “socialismo del siglo XXI” el chavismo- se planteó como verdadero proceso de transformación radical del modelo social vigente, los dos fueron vistos como potenciales enemigos de clase para los sectores dominantes. Lo curioso es que en los dos se dieron procesos ambiguos, confusos, “perversos” si se lo quiere ver de otro modo (luz de giro para un lado doblando en realidad hacia el otro): con discursos que llaman a la movilización popular, permitieron al mismo tiempo la continuidad del sistema capitalista, y más aún, el surgimiento de empresariados afines: burguesía nacional industrial en Argentina, empresas bolivarianas en Venezuela. Pero más allá de retruécanos y crípticos juegos de palabra, el capitalismo es capitalismo, no importa de qué siglo, y es siempre capitalismo, no importa si “serio” o poco serio. La explotación del trabajo de los verdaderos productores de riqueza, los trabajadores, siguió inalterable.
Buenos, regulares o malos programas de asistencia social pueden ser útiles en algún momento, pero no cambian la situación de base. Y si bien para posiciones conservadoras ver las plazas llena de “cabecitas negras” o “tierrúos” felices y contentos por ser tenidos en cuenta puede producir escozor, lo que cuenta en términos políticos finalmente es el lugar real de esas masas en la estructura socioeconómica. Una cosa es la plaza llena de gente vitoreando al líder (que es lo que pasó en ambos movimientos); otra es el control obrero y campesino de la producción, las asambleas de base, las milicias populares armadas.
V
Ambos procesos, en su momento, significaron grandes posibilidades para iniciar procesos profundos de cambio social. El peronismo, sin dudas, transformó la historia de Argentina. Pero al día de hoy, muchas décadas después de esa explosión popular que barrió la sociedad argentina a mediados del siglo XX, su influencia como fermento transformador es absolutamente inexistente. Se podría preguntar si se perdió una gran oportunidad histórica para cambiar el país y caminar hacia una sociedad más justa. La respuesta no es fácil; en realidad, el movimiento justicialista daba para todo: para desarrollar un empresariado nacional con aspiraciones de potencia regional (Argentina, por décadas, jugó el papel de potencia en Latinoamérica, con una considerable producción industrial), para cobijar grupos pro nazis visceralmente anticomunistas, para alzar planteos de tinte socializante y antiimperialista, para desplegar negocios mafiosos a la sombra de la estructura estatal. Qué habrá tenido en su cabeza Juan Domingo Perón es difícil de decir. Y el solo hecho de plantearlo así ya marca un límite insalvable: ¿acaso todo el proceso político-social en Argentina dependía de lo que pensaba el líder? Los procesos políticos de cambio tienen que incluir a las mayorías como actor efectivo, no sólo para llenar plazas. Confiar ciegamente en un líder no es, precisamente, el fomento de la mejor ética posible.
La Argentina, años después de haberse visto dividida tajantemente entre peronistas y antiperonistas, retrocedió en términos socioeconómicos. De ser la primera economía regional con una producción que representaba el 50% del producto interno bruto de Latinoamérica para la década de los 60 del pasado siglo, hoy es la cuarta economía, viviendo un proceso de pauperización que no para, habiendo perdido la gran mayoría de los logros sociales obtenidos en años de lucha. Y lo más dramático: mucho de ese retroceso se hizo también en el marco de administraciones peronistas. Decir que “eso no era peronismo” es, también, un juego de palabras. ¿Qué fue (o es) el peronismo entonces? El paso a la revolución socialista, al poder popular, a la sustantiva mejora de las condiciones de vida de la población, parece que no. ¿Un partido más que entra en el juego de la democracia representativa? Quizá eso, y no más. Hoy, en el contexto actual de descenso de las luchas populares, de pavorosa presencia neoliberal y achicamiento de los Estados nacionales, podría llegar a decirse que es… “¿lo menos malo?”.
Difícil precisar qué es lo “menos malo”, pero si así fuera (cosa que no aseguramos, por supuesto, y que nos llevaría por otros derroteros igualmente complejos, o quizá más complejos aún), eso no hace más que marcar el retroceso fenomenal que ha tenido el campo popular. ¿Apoyar lo menos malo? Triste, patético, bochornoso. ¿Ese podría ser acaso el programa de acción de un auténtico planteamiento socialista de transformación social? Por supuesto que no.
¿Qué es -y qué podrá terminar siendo- el chavismo? ¿También lo “menos malo” dentro del panorama político de Venezuela? Una vez más: ¡terrible, patético! ¿Cultura de la resignación entonces?
Definitivamente las ideas de cambio social por vía revolucionaria, con el pueblo en la calle movilizado -caso Rusia, China, Cuba o Nicaragua en sus respectivos momentos- hoy parecieran haber salido de escena. A nadie se le ocurre plantearlas. Es más: parecen rémoras de un pasado remoto, lejano, ido para no volver. En todo caso, las izquierdas -en muy buena medida al menos- están dedicadas hoy a las prácticas electorales. Sin quitarles a esa instancia su relativa importancia como un posible frente más de lucha, todo indica que la vía electoral dentro de los estrechos marcos de las democracias formales no lleva muy lejos. Experiencias al respecto sobran. ¿Pretenderá la Revolución Bolivariana cambiar las estructuras de base de esa manera? Si la apuesta es sí, parece que las cosas no van muy viento en popa, pues se pueden ganar elecciones, pero dentro de esos marcos hay límites insalvables para construir alternativas novedosas. “Es una locura hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”, nos enseñó Einstein. Por cierto: no se equivocaba.
En el momento político actual, a muy pocos meses de las elecciones, levantar críticas en relación al proceso venezolano podría entenderse como peligroso, no pertinente. Más aún, no faltará quien diga que eso es “antirrevolucionario, hacerle el juego a la derecha y al imperialismo”. ¡Una traición a la causa! en definitiva. Sería, según cierto criterio al menos, “darle servida a la derecha una posible derrota”. Sin embargo, valen aquí más que nunca las palabras de una genuina revolucionaria como Rosa Luxemburgo cuando decía que una revolución es como una locomotora cuesta arriba: mientras el motor siga funcionando, aunque sea con esfuerzo, avanza. Pero en el momento en que el motor se detiene, irremediablemente comienza a descender. Y la única posibilidad real de seguir construyendo alternativas en un proceso revolucionario es siendo autocrítico, avanzando hacia adelante. El “¡Ordene mi comandante!” no puede servir para esto.
Es probable que el chavismo (que no es lo mismo que la revolución socialista) vuelva a triunfar en octubre. Todo indica que, de hacerlo, se seguirá manteniendo el histórico 60% de adeptos contra el 40% de antichavistas. Saludamos ese posible triunfo, y eso sin dudas mantiene la posibilidad de seguir haciendo avanzar la locomotora. Pero viendo que ese avance es demasiado lento, que no llega nunca, que llega muy mediatizado, con tremendos problemas -no sólo por los ataques reales de una derecha conservadora y profundamente antipopular-, que a 14 años de iniciado el proceso hacia el socialismo no se pasa de declamaciones, en tanto el gran capital sigue haciendo felizmente sus negocios, se hace necesaria una genuina visión autocrítica. ¿Todo depende sólo del ataque del imperialismo?
La Revolución Bolivariana aún puede ser una esperanza para el campo popular, para los venezolanos por supuesto, y para todos los que se quieran/puedan mirar ahí un ejemplo a seguir. Por eso mismo, para rescatar ese espíritu revolucionario que por allí aún puede andar, es necesario no dejar de mirarse en el espejo del peronismo argentino. ¿Para dónde va la revolución en Venezuela: para el poder popular o para las maletas cargadas de dólares pasadas de contrabando? ¿Para dónde camina el proceso: hacia la profundización de ideales socialistas -que no tienen calificativo de siglo: XIX, XX o XXI, no importa- o hacia un “capitalismo serio”? (empresas bolivarianas, boliburguesía). ¿Es realmente esperanzador aceptar la postura de “lo menos malo”? Pensar que los líderes (Perón o Chávez) son los super héroes infalibles y los atrasos en la construcción del paraíso se deben a sus entornos obstaculizantes, corruptos y malignos es, cuanto menos, ingenuo.
Si es cierto que la historia debe servir para aprender de ella y no repetir errores, sería muy pertinente mirarse en el espejo del peronismo argentino: mirar la movilización popular que rescató a Juan Domingo Perón en aquel heroico octubre de 1945, similar al ferviente abril de 2002 en Caracas y la movilización que evitó el golpe de Estado, pero no en los políticos “profesionales” que hicieron una acto de fe aquello de “de la casa al trabajo y del trabajo a su casa”. Si el peronismo tuvo algo de revolucionario, fue por el llamado a la movilización de los “descamisados”, por los “cabecitas negras” tomándose las plazas, así como en Venezuela el chavismo significa que el país “ahora es de todos”, por lo que las fuerzas conservadoras tiemblan, porque con eso huelen revolución. Pero cuidado: el peronismo pudo terminar avalando el “capitalismo serio”. ¿En eso terminarán las “empresas bolivarianas”? No dejemos nunca de tener presente el relato con el que empezó este escrito: ¿para dónde ponemos la luz de giro y para dónde giramos realmente?.

Comuna en construcción #39 Stan Greenberg, J.J. Rendón: el populismo y la campaña sucia de Capriles.


 


La estrategia de Stan Greenberg el nuevo asesor, en combinación con la de J.J. Rendón empieza a aplicarse en la última etapa de campaña de Capriles.  
Por una parte, la tesis fundamental de Greenberg se basa en la "estrategia política progresista", que reconstruye a cualquier candidato neoliberal en un candidato "populista" que "aboga por la ampliación de oportunidades para la clase media".  
Por otra parte, la tesis fundamental de J.J. Rendón se basa en la práctica de "la guerra sucia" en las campañas electorales, que consiste en tomar las debilidades del enemigo para hacerlas fortalezas de su cliente, además de maximizar las debilidades del candidato a vencer sin importar la verdad de los argumentos, haciendo que estas mentiras sean creibles. 
Estamos ante una guerra de alta intensidad comunicacional, donde todos los actores dispersos o confrontados ayer, hoy como consecuencia de la sombra de la derrota, hacen su último esfuerzo por atacar en una práctica de "vale todo" en el marco de acto desesperado.  
Una nota de Noticias 24 citando el día de ayer a EFE dice: "EFE: Yare, Sidor, las lluvias en el país y Amuay marcan los “ocho días para el olvido” de Chávez", expresando claramente la intención de esta estrategia, combinar catástrofes naturales con accidentes, hechos fortuitos o provocados, además de errores humanos en un mismo saco, todo con el fin de atacar la imagen mayoritariamente favorable del candidato Chávez.  
Otro hecho que evidencia lo que expreso es la propaganda electoral de Voluntad Popular, donde se utilizan recursos de terrorismo psicológico en franca violación a la normativa electoral, asociando íconos claramente identificados con el candidato Chávez (uniforme de la UNEFA, canción de campaña) con el problema de la inseguridad en nuestro país, en un ejercicio de simplicación temática, tan perversa como la propaganda del abasto, donde se daba por hecho que la propuesta de reforma constitucional eliminaría la propiedad privada. Esta acción no puede pasar por debajo de la mesa al menos que exista complicidad con la expresión más miserable de la "campaña sucia". 
Creo ingenuo subestimar las consecuencias de estas acciones de oposición, una metralla de mensajes negativos y descalificadores, saturación de pantalla negativa, y la mentira despiadada con base en medias verdades será la operación remate. Ya Capriles sabe que sólo con un puerta por puerta no logrará nada, es el "fenómeno Atocha" provocado o montado el único camino, será Amuay u otro hecho, pero J.J. apura su marcha, debe ganarse los dólares pero sin volver a perder ante Chávez.   
@NicmerEvans
evansnicmer.blogspot.com

Nicmer Evans

Recientes explosiones en refinería de EEUU no existieron para los grandes medios.


El 7 de agosto de este año en Richmond, California, se produjeron fuertes explosiones y se desataron dos incendios, en la refinería más grande de Chevron, en su planta de crudo número 4, cuando un equipo de inspección descubrió una fuga creciente.
El 7 de agosto en Richmond, California, se produjeron fuertes explosiones y se desataron dos incendios, en la refinería más grande de Chevron, en su planta de crudo número 4.
En Estados Unidos, la refinería más grande de Chevron ardió en llamas hace poco. Sus operaciones quedaron seriamente limitadas, el suministro de gasolina se vio afectado. Algo similar pasó en 2007.El 7 de agosto de este año en Richmond, California, se produjeron fuertes explosiones y se desataron dos incendios en la refinería más grande de Chevron, en su planta de crudo número 4, cuando un equipo de inspección descubrió una fuga creciente. Más de 900 personas necesitaron atención médica, según Democracy Now.
Según la agencia de manejo de emergencias de California, fueron arrojados al aire ácido sulfúrico y dióxido de nitrógeno. Ubicada a 16 kilómetros al noreste de San Francisco, esta refinería de Chevron produce gasolina, jet fuel, diesel y lubricantes.
Las unidades de destilación de crudo se dañaron, lo que tomaría meses de reparación. Las operaciones estaban severamente limitadas. Además señalan que cualquier ligera interrupción en la producción afectaría el suministro de gasolina en la costa oeste.
Un incendio similar a éste, sucedió allí en enero de 2007, que arrojó dióxido de azufre y otras sustancias tóxicas al aire. Analistas señalaron que para Chevron sería difícil conseguir reemplazo de petróleo en un mercado tan pequeño.
Luego, el 4 de marzo de 2010, cinco personas perdieron la vida por múltiples violaciones a los parámetros de seguridad en la planta 9 de la petrolera de Estados Unidos, Tesoro Corp, ubicada en Anacortes, a 70 millas al norte de Seattle. Una explosión e incendio sacudieron la localidad. El accidente fue el mayor desde 2005 en una refinería de BP, en el estado de Texas. Dejó un saldo de 15 fallecidos y 170 heridos.
Una refinería Tesoro Corp., incluyendo una llama de gas quemado que es parte normal de las operaciones de la planta, se muestra Viernes, 02 de abril 2010, en Anacortes, Washington Un incendio durante la noche y la explosión en la refinería dejó al menos tres personas que trabajan en la planta.
La refinería Tesoro Corp.en Anacortes, Washington Un incendio durante la noche seguida de una explosión en la refinería dejó al menos cinco muertos entre los trabajadores de la planta. Foto: AP
Tesoro fue multada con 12 mil dólares y en la investigación se encontraron 17 faltas serias de seguridad y graves violaciones de salud. El incendio ocurrió en la zona de naftas de la refinería. BP fue multada con 50 millones de dólares y sólo pagó 13.
El tratamiento a estos hechos en Estados Unidos contrasta con el ofrecido alaccidente en la refinería de Amuay, de Venezuela, que ha generado titulares de primera plana en todo el mundo y análisis tendenciosos contra el gobierno bolivariano, al punto de comparar este hecho con la explosión en la planta nuclear de Chernobyl. Como afirma hoy Angel Guerra en La Jornada, “se han empleado a fondo en la telaraña mediática para crear la percepción de que su origen está en la negligencia e incapacidad del gobierno del presidente Hugo Chávez”.
(Con información de La Iguana.TV/ Cubadebate)

Venezuela/Rumbo al simulacro electoral del domingo.


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 Este domingo 2 de septiembre se realizará el simulacro electoral convocado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) con la apertura de mil 553 centros de votación a escala nacional.
El objetivo de la jornada es poner a prueba el sistema de votación automatizado y la boleta electoral tal como se utilizará el próximo 7 de octubre en la elección presidencial.
Asimismo, el evento permitirá a los electores y electoras ejercer el voto y poner a prueba el Sistema de Autenticación Integrado (SAI) que valida el proceso de votación con la identificación de la huella digital.
De los mil 553 centros de votación habilitados, 55 centros pilotos pondrán a prueba la herradura electoral en su totalidad.
Las autoridades señalaron que en el resto de los centros electorales habilitados no habrá planilla de incidencias ni se utilizará la tinta indeleble que se coloca luego de ejercer el voto.
Según el ente comicial, el simulacro se estará realizando en 23 estados más el Distrito Capital, 329 municipios y mil 82 parroquias de todo el país.
La jornada convocada por el CNE se iniciará a partir de las 8:00 am y culminará a las 3:00 pm.
NO SE TOTALIZARÁN RESULTADOS
Las autoridades del organismo comicial informaron que en el simulacro los electores y electoras podrán ejercitar el voto en la boleta electoral que se utilizará el día de la elección.
Al igual que en los simulacros anteriores que ha realizado el CNE, no habrá totalización de resultados para preservar la intención de voto de los participantes.
De esta manera, el electorado podrá familiarizarse con la ubicación del candidato de su preferencia en el tarjetón electoral.
Asimismo, las autoridades electorales podrán determinar en el simulacro el tiempo estimado empleado para la votación.
El tiempo estimado de votación por el CNE es de medio minuto a un minuto y medio por elector.
Vale acotar que en este tipo de eventos las organizaciones políticas también aprovechan para poner a prueba su poder de convocatoria, movilización y elementos de sus maquinarias electorales, todo dentro de los reglamentos electorales tal como si se tratara del día de la elección.

jueves, 30 de agosto de 2012

Un reconocimiento a las madres que luchan: Memoria indómita




Recordar es parte de la vida misma. Generaciones enteras heredamos conocimientos que, si somos capaces de aprender, transmitiremos a quienes siguen. Somos seres humanos racionales precisamente por la capacidad de no olvidar. Elemental. No pareciera tanto. Sobre todo cuando de acontecimientos históricos recientes hablamos. Si queremos construir nuestro propio futuro, sin esperar a que alguien decida por nosotros, requiere información y conciencia organizada. Y si duele, es porque aun tenemos la vida. Memorizar como ejercicio mecánico de repetición es parte de la socialización sin profundización. Lograr que la memoria no sea sometida a los designios del poder es la posibilidad de transformar lo que nos hiere y lastima. Memoria indómita, que no se doblega, es lo que nos transmiten las madres de los desaparecidos. No se rinden, no se venden, no claudican. Es su legado. Y no se ufanan de ello. Lo transmiten con sencillez y con esa forma que tienen las madres cuando dan consejos a sus hijos a la distancia. En los silencios de la noche, en el recuerdo, con el corazón apretando por dentro. Como se recuerda a los desaparecidos. A quienes imaginamos sin imaginar. A quienes tenemos presentes aun cuando no sabemos nada de ellos. O casi nada. Desde que se los llevaron de sus casas en las sombras de la noche iluminada por torretas de las patrullas de antaño. Cuando fueron perseguidos con todo el poder del estado represivo del priismo que amenaza con regresar por sus fueros. Cuando arrasaron con poblados enteros que daban alimento a los alzados, a los rebeldes, a los acusados de ser “robavacas” y se les lanzaba metralla desde avionetas en las orillas de la sierra o se tiraba a patadas las endebles puertas de bajareque o de los cuartos de vecindad hasta donde llegaban militares y policías de la “Brigada Blanca” a insultar y vejar para arrancarlos de sus trincheras de lucha. Como ocurrió desde 1969 con Epifanio Avilés Rojas en un poblado de Guerrero, con el que inicia la larga cadena de desapariciones forzadas que impulsaron a las madres que hoy reciben un homenaje precisamente por no permitir que cayera en el olvido la sonrisa de sus hijos que están más presentes que nunca.

Y al recordar estos y otros casos la voz de Rosario Ibarra da paso a la de su hija Rosario Piedra para que responda a las emocionadas palabras de las organizaciones de académicas e intelectuales que se reúnen en este Museo Casa de la Memoria Indómita para rendirles un homenaje al declararlas “Mujeres del año 2011-2012”, y estremece cuando revela el sufrimiento que implica perder a la persona amada que es orillada al suicidio mismo, a la inmolación, para tratar de proteger a los suyos. La desaparición como una tortura permanente que no mata pero que no deja vivir a quien la padece. Delito de lesa humanidad, que no prescribe con el paso de los días y los años, que lacera la dignidad humana, que mientras permanezca en la impunidad seguirá haciéndonos gritar esa consigna de “vivos se los llevaron, vivos los queremos”.

Los días y las noches de insomnio, en las cárceles clandestinas, con la tortura brutal que sufrieron por órdenes del gobierno priista durante los años 70 y 80 no se han ido. Si fueron cientos de desaparecidos durante los gobiernos de Echeverría, López Portillo y De la Madrid, con Salinas y Zedillo disminuyeron en cantidad pero se extendieron los asesinatos que con el panista Calderón han llegado a niveles demenciales de miles de desaparecidos y asesinatos, ya no solo a activistas y militantes, sino a casi cualquier persona a lo largo y ancho del país. El feminicidio es parte de esta criminal política de violencia institucional, de militarización y estado policiaco.

Sabemos que en la actualidad hay doble victimización y se legisla para una ley de víctimas que ni siquiera se respeta en lo más mínimo, porque el ejercicio del poder pretende legitimarse mediante el engaño, la manipulación mediática, la imposición, el autoritarismo, la represión y el fraude que pretende repetirse de manera ya sistemática en 2012 como lo fue en 2006 y en 1988.

Un homenaje que se traga las lágrimas y resuena en un grito de exigencia. Un reconocimiento que este país en su conjunto les debe a las madres que luchan. Porque han sabido educar a generaciones enteras en la dignidad y la resistencia. Porque este país sería peor si no contáramos con el ejemplo de las madres de Eureka. Porque este país sería mil veces mejor si tuviéramos entre nosotros y nosotras a quienes hoy están desaparecidos, en algún lugar, por los que quieren seguir imponiendo su autoritarismo por encima de la voluntad popular. Un homenaje que representa la esperanza de un futuro mejor, donde no impere la impunidad y donde se escuche fuerte el silencio y no haya más otras noches de Tlatelolco que nos empañen la esperanza que merecemos todas y todos. Hoy desde aquí decimos, que la única lucha perdida es la que se abandona.

Venezuela en el centro del debate entre el socialismo y el capitalismo.


Diego Olivera


Venezuela sigue viviendo intensamente su campaña electoral, ni la temporada de lluvia ha podido detener los actos políticos, en esta nueva contienda se  ha generado un intenso debate ideológico en la sociedad venezolana, el Plan de Gobierno del candidato Chávez para el 2013–2019, plantea  la construcción de una vía socialista, sustentada en los logros sociales derivados de las decenas de misiones, como la Misión Salud que va desde la atención medica a nivel primario a través de los barrio adentro, hasta centros de atención de alta tecnología, donde se realizan exámenes computarizados, operaciones de alto riesgo, también operaciones de cataratas y otras síntomas en el área  de la visión. Esta misión a beneficiado a millones de ciudadanos de escasos recursos, ya que todas estas atenciones son de carácter gratuito.
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Sería imposible en un artículo de prensa poder mostrar el trabajo de otras misiones, que contemplan varias aéreas sociales, que abarcan los centros de alimentación con precios solidarios, la elevación de la educación hasta vencer el analfabetismo, las miles de viviendas entregadas a damnificados y sectores populares, el apoyo a la agricultura a través de asesoramiento y créditos, o la Misión Amor Mayor que le ha otorgado a miles de ciudadanos una pensión ajustada al salario mínimo y que aumenta anualmente. Es bueno significar que ninguna de estas garantías existen en ningún país de América Latina y el Mundo.    
La oposición sustenta su campaña electoral en falsas promesas 
Ante un programa coherente de gobierno, la oposición a través del candidato de la denominada Mesa de Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles, se ha  dedicado a ocultar su verdadero plan de gobierno.  Sus discursos ha sido orientados a buscar los errores del gobierno bolivariano en áreas de seguridad, vialidad, alimentación, producción agrícola y otras áreas, pero no ha mostrado como resolverán estas dificultades, ya que en el estado de Miranda donde Capriles es Gobernador, en el Zulia estado emblemático de la oposición, en el Táchira y Carabobo también con gobernadores de la oposición, las estadísticas reflejan los niveles más altos de violencia, los mayores problemas de infraestructura y aseo urbano del país. Además en Zulia y Táchira se han instalado decenas de bandas de paramilitares colombianos, que cobran a los comerciantes un seguro, al mejor estilo de las mafias italianas. 
Esta  realidad tangible no la quiere ver la oposición, solo disparan ideas organizadas en laboratorios mediáticos, como un “camino”, “progreso”, “centro izquierda”, “candidato joven contra viejo”, o las promesas de una sociedad de consumo. Todas esta promesas no son nuevas, las propusieron los candidatos del partido socialdemócrata Acción Democrática (AD), en la décadas del 60 a 80 en la denominada Venezuela Saudita, donde el 60 por ciento de los venezolanos vivía en la pobreza y más del 20 por ciento de manera crítica. Tampoco recuerdan el Caracazo, el levantamiento social en el 1998, como tampoco hablan del golpe del 2002 y el paro petrolero, como si ellos no hubieran sido sus protagonistas, y la agresión a la embajada de Cuba del candidato Capriles, fuera meramente una aventura juvenil de un antiguo miembro de la derecha del Opus Dei. 
También es importante señalar que en una carta enviada por  Capriles vía mail, que fue dirigida a todos los funcionarios estatales, el afirmar que “Yo reconozco y valoro el trabajo que los empleados públicos hacen en todos los rincones del país. Y como próximo presidente de todos los venezolanos, hay algo que tengo muy claro: el empleado público debe estar y estará al servicio de la gente, no al servicio de un gobierno”. En esa misiva agrego que “Cuando me eligieron Gobernador de Miranda asumí tres compromisos con nuestros funcionarios: respetar su forma de pensar, valorizar su función y trabajar unidos con un solo objetivo: mejorar los servicios para nuestros ciudadanos”. 
Pero esta oferta de campaña se contradice con el despido injustificado de mil funcionarios en la Gobernación de Miranda por ser partidarios del gobierno bolivariano, lo que demuestra la falsedad de su promesa, de la misma manera ocurrió con los funcionarios que apoyan a Chávez en el Táchira, como la Alcaldía de Maracaibo estado Zulia. Ante esta “mentira” es necesario precisar que en ninguna de las instituciones venezolanas en manos del Gobierno Bolivariano, se ha despedido trabajadores de la oposición, como tampoco se agredieron a golpistas, porque el candidato de la MUD se olvidó de las golpizas y detenciones arbitrarias en el 2002 contra los funcionarios del gobierno.   
Lo grave de la campaña de la oposición es la falta de un verdadero plan político económico, la persistencia en defender el modelo capitalista sin decirlo, es el miedo a mostrar la crisis en Europa y EEUU, porque ellos apoyan al modelo neoliberal, sus socios internacionales son la derecha, pero además apoyan un plan desestabilizador porque no aceptarán los resultados de las elecciones. Atacan al Consejo Nacional Electoral (CNE), organizan un sala situacional con resultados a boca de urna (prohibidos por el CNE), para gritar horas antes del resultado su triunfo, desconociendo el parte oficial y denunciar fraude (igual al 2004), porque no tienen lo votos para ganar este 7 de octubre.

diegojolivera@gmail.com 
Publicación Barómetro  27-08-12
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El Camino patriarcal de HCR.


jueves, agosto 30, 2012
T/ Alba Carosio
Investigación CEM-UCV
albacarosio@gmail.com

Será porque los redactores del programa del candidato opositor piensan que el lenguaje que incluye a las mujeres –el que se utiliza en nuestra Constitución Bolivariana– es chavista, que en el título se indica que el progreso es para “todos”, con lo cual nosotras, las todas de esta patria no estamos incluidas. A todo lo largo del documento solo hace referencia a “los venezolanos”, testarudamente negando la visibilidad de las mujeres.
En el mismo programa se afirma que ha sido elaborado con la participación de cientos de “expertos”, ¿no hubo mujeres expertas o acaso simplemente no las mencionan? Sabemos que hay mujeres en la MUD así que es simplemente sexismo del más.
El lenguaje no es inocente ni neutro, transmite ideología, interpreta, reproduce la cultura, refuerza los valores imperantes en la sociedad y condiciona la visión de la realidad. Si queremos una sociedad con mayor  igualdad entre los sexos, la lengua, como producto social, no solo ha de reflejar esa igualdad, sino contribuir  a ella.
Por eso, ya en 1987 la Unesco recomendaba el uso del lenguaje sensible al género. El lenguaje de nuestra  Constitución rompió con los parámetros tradicionales, nos reconoce como coprotagonistas de los cambios  sociales, y afirma nuestra participación en todos los ámbitos del quehacer social, económico, cultural y  político.
Esto fue un logro de los movimientos organizados de mujeres venezolanas que participaron en su redacción, y que desde entonces no han dejado de reivindicar su derecho a ser nombradas. Motivo de felicidad  feminista es el lenguaje que nos incluye y nos muestra como somos hoy visibles constructoras y creadoras de matria/patria. Pero resulta que HCR y el documento de su programa nos vuelven al pasado, nos regresan a  la burka lingüística.